miércoles, 11 de diciembre de 2013

Chicago

Hola P.,

¿Sabías que puede existir humanidad rodeado de torres de 50 pisos? ¿Sabías que Picasso expone en la calle? Todo ocurre en la ciudad ventosa, en Chicago. Ventosa por las ráfagas de los mafiosos aunque cuando le da al viento por soplar no es moco de pavo. La brisa es agradable desde la noria del Navy Pier. Contemplamos el skyline de Chicago con la torre Sears al fondo. La más alta de EEUU. Y el Aon Center que es identica a la torre Picasso de Madrid solo que al estilo de Chicago: más grande. Tambien es interesante la torre John Hancock. Tanto la torre Hancock como la Sears tienen miradores en lo más alto de la torre.

La arquitectura manda en Chicago. A unas paradas del Loop por la linea roja o verde, un poco mas al sur de Chinatown, en un barrio no muy bueno (vamos que es muy malo) y cerca del estadio de los White Sox, se encuentra el IIT (Ilinois Institute of Technology) donde se pueden ver las obras que Mies Van der Rohe y sus discipulos construyeron para esta institución académica. Es visitable pero no es recomendable salir del campus y menos por la noche. El metro hasta el campus (estación 35-Bronzeville-IIT que tras la reciente reforma es una estación espectacular) y de vuelta. Un barrio (en realidad es un pueblo en si mismo) bastante más tranquilo es Oak Park en el que dejó su huella el otro gran arquitecto que actuó en Chicago: Frank Lloyd Wright. En Oak Park se puede ver algún otro de sus diseños de casas individuales (incluyendo la suya que está abierta a visitas) y el Unity Temple. Wright no solo diseñaba los edificios sino también una buena parte de los muebles que, de esa manera, se amoldan al edificio de una manera especial. Hasta Oak Park se puede llegar por las líneas verde y azul del metro.

Pero no todo es arquitectura en Chicago. 40 museos, maravillosos parques y una playa que da al lago Michigan donde en cuanto aparecen los rayos del sol la gente corre a ver si agarra un morenito interesante. Destaca el Art Institute y la escultura de Picasso en todo el centro del Loop, el centro financiero de la ciudad. Es fácil pasarse horas en sus parques (si no se va en invierno) y sus museos no se pueden ver en menos de tres días.

Es casi obligatorio, si se visita Chicago entre marzo y septiembre, acercarse a ver un partido de los Chicago Cubs en Wrigley Field. El histórico campo de los Cubs fue construido en 1914 y mantiene buena parte de su encanto.

A la hora de comer Chicago ofrece de todo. Pero ciertas cosas no se pueden dejar pasar. Cenar una noche en Pizzería Uno, el primer establecimiento de una cadena llamada Uno Chicago Grill, o en Pizzería Due, el segundo de la cadena. Ambos están localizados en el centro de Chicago (29 East Ohio y 619 North Wabash Avenue respectivamente). En estos centros lo suyo es pedir una pizza al estilo de Chicago, las Deep Dish Pizzas. Unas pizzas cuyo lateral sube como si se tratara de un plato y, así, le permite tener muchísimas más cantidades de relleno. A la hora de comer, que en EEUU es antes que en España, podemos acercarnos al piso 95 de la torre Hancock donde podemos encontrar un buffet por un precio aceptable ($28 mas bebidas, ha subido bastante, en 2004 eran $15) con unas vistas que vale cada euro que te gastas. Si pensamos que subir un piso mas arriba al observatorio cuesta $10,25 nos daremos cuenta que el precio del buffet es una ganga. Por último, y si estamos en Chicago a finales de Junio/principios de Julio, deberíamos visitar el festival Taste of Chicago. Un festival gastronómico absolutamente imprescindible. A este festival acuden más de 60 restaurantes de la ciudad para ofrecer sus platos en el maravilloso Grant Park.

Chicago es una ciudad con alma de megapolis y de pueblo del mediano oeste americano. El dinamismo de Nueva York con el encanto de un pequeño pueblo de Wisconsin. Y el frío de este último en Invierno así que mejor si puedes visitarla en primavera o principio del Otoño. Incluso verano pero en Invierno tendrás días en los que te quedes en el hotel. Y será una pena.

A.

miércoles, 4 de diciembre de 2013

PRAGA. Rojo sobre fondo negro.

Hola, bruji,

la ciudad vieja de Praga, la interesante, desde un punto alto, por ejemplo alguna de las torres que salpican la ciudad, es algo así como un mar de color rojo, por la vivacidad de sus tejados sobre un fondo negro, pues negras son las miles de callejuelas estrechas, y oscuras que lo conforman. Negro también es su caótico y laberíntico barrio judío (y negro me pone a mí que cobren entrada por entrar en su caótico antiguo cementerio) pero teñido de rojo por la mucha sangre vertida en la II Guerra Mundial. Negro el café que te ponen en las terrazas frente al famoso reloj astronómico al lado de la plaza de la ciudad vieja, y rojo de ira como te quedas cuando te cobran cerca de 10€ por él en un país con una renta per-cápita bastante baja. Además tanto el rojo como el negro en todos los casos cobran más intensidad por ese cielo casi eternamente lleno de nubarrones negros, lo que hay que reconocer que le da a la ciudad muchísimo más encanto.

Aunque no sea negra, en Praga tienes que disfrutar de una buena cerveza, de hecho es la patria de las cervezas tipo pilsen, eso sí, salte del centro más turístico y busca una tasca o un restaurante de los que hay cruzando cualquiera de los dieciocho puentes que nos llevan a la otra orilla de ese Moldava al que con tan buen gusto recreó musicalmente Bedrich Smetana (impresionante el “Puente de Carlos”), allí no encontraremos mucha amabilidad (bueno, en ningún lugar de Praga), pero si cerveza y comida a precios razonables, más o menos como los de España, aunque, como norma general, la hostelería es cara y desplumar al turista es casi el deporte nacional. De todos modos para comer bien y barato, la comida nacional son los perritos calientes, sobre todo los de salchichas gigantes, y para degustarlos hay miles de puestos por la calle.

En ese mismo lado del río donde hay más bares, por cierto el barrio, que es un pequeño laberinto muy romántico de cuestas empinadas y estrechas, pero con rincones de muchísimo encanto, se llama Malá Strana, y subiéndolo hasta lo alto, después de patear un buen rato, nos llevará al castillo, precioso. Vistos el castillo y tomadas las cervezas, ya no hay nada más que hacer aquí, así que volveremos a cruzar el río por puente de Carlos, que mediada la tarde, cuando empieza a oscurecer, es todo un mundo, con sus muchos puestos de artesanía y con una miríada de artistas callejeros, así que nos podremos quedar por allí un muy buen rato, aunque nos puedan asustar un poco sus estatuas y su torre negra.

De vuelta en la ciudad vieja, es imprescindible ir a una sesión del mundialmente famoso Teatro Negro. Da igual la obra, simplemente quedaremos extasiados con la magia que rebosa la representación, donde no hace falta ni una sola palabra para contar una historia, y donde el ingenio está al orden del día.

Finalmente, siguiendo en la ciudad vieja, te queda por buscar un buen plano (te los venden, además caros, sin preguntarte si lo quieres en los puestos de cambio de moneda) para hacer una selección de monumentos a visitar, que tendrá que ser muy precisa porque hay censados unos dos mil... Y ¿la ciudad nueva? Pues como todas las ciudades nuevas, salvo algo de arquitectura contemporánea, nada que hacer.

domingo, 10 de noviembre de 2013

Mi Buenos Aires querido…

Hola P.,
tienes que venirte ya a pasear por las calles de Buenos aires, como dice el genial Astor Piazzolla, en su tango “Balada para un loco”: “Las tardecitas de Buenos Aires tienen ese que sé yo”. Pero así y todo intentare describirte mí, ahora, amada Buenos Aires.

La ciudad esta levantada a espaldas del Río de la Plata, esta de más decir que es hermosa la ciudad, capital de Argentina, tiene de todo y para todos. Tiene todo con lo que puede soñar un turista, si sos amante de la cultura podes visitar cientos de bellos museos como Bellas Artes o el Palias de Glace, ir a escuchar tango y por que no aprender Tango y sacarle viruta al piso como dicen los viejos maestros. Por la avenida Corrientes, una de las arterias de Buenos Aires, entre el mar de gente que camina por ahí los fines de semana, se pueden encontrar cientos de espectáculos y cientos de Teatros, desde teatro de Revista, con despampanantes mujeres y capo cómicos hasta grandes monólogos de humoristas conocidos pasando por el mejor teatro dramático. Pero esa no es la intención si pasas por Buenos Aires, si venís, es para divertirte y pasarla bien. ¡¡¡Se respira en el aire las buenas vibraciones, por algo de llama: Buenos Aires!!!

No podes dejar de disfrutar los manjares típicos que se comen acá, como las riquísimas empanadas, las deliciosas pizzas o sin dudas la comida mas rica y típica del País, los deliciosos asados, te aseguro que nunca comerás carne asada mas rica que acá, te lo aseguro y hasta te lo apuesto.

Pero sin dudas lo mejor del País son las mujeres, ah pequeño, porque acá se dice así, con ñ, si vieras las mujeres que hay y lo mejor es que las disfrutas por todos lados, rubias, morochas, pelirrojas, y no hace falta que sean modelos, la mujer Argentina es una de las mas lindas del mundo, y no lo digo yo, lo dice todo el mundo, así como las italianas, pero ese es otro tema.

Para pasear no puedes dejar de conocer San Telmo, el barrio mas antiguo de la ciudad, con casas viejas y de techos bajos, sus calles de adoquines, sus calles cortas y disparejas, se huele el tango en cada esquina, esta lleno de negocios de antigüedades, con viejas rocolas y discos de vinilo que ya no se encuentran. Y que libros se pueden encontrar si buscas bien!!! Originales de Borges y hasta del mismísimo Sábato. No te puedes perder la Iglesia Ortodoxa Rusa y el pasaje Defensa, que representa a la vieja Buenos Aires colonial. La virtud del barrio está en aquellos lugares tan interesantes que se descubren mientras se camina.

Así como puedes pasear por San Telmo, a pocas cuadras esta La Boca, barrio donde fue fundado el primer puerto de la ciudad, conocido entre otras cosas por la Calle Museo Caminito, los artistas en la calle, el Tango, el viejo riachuelo con algunos barcos todavía, el museo sobre la vida y obra de Quinquela Martin y sus famosos cuadros sobre los barcos que vio venir de Europa desde que era chico y como olvidarme de la bombonera, mítico estadio del club de fútbol de Boca Júnior, equipo conocido como “la mitad mas uno” dando a entender que la mayoría Argentina son de ese club. Te gusta el fútbol pequeño??? Porque acá se encuentra el fútbol en cada bar, en cada equina y en cada rincón, donde quiera que haya una televisión y haya un partido va a haber miles de personas mirando y comentando el partido y donde haya una pelota y un par de niños se arma un partidito de fútbol. Alguna vez, el famoso técnico de la Selección Argentina dijo: “Dirigir Argentina es difícil, son 37 millones de técnicos con los que se tiene que convivir día a día”.

Tantas cosas para hacer y a mi que se me acaban los días para pasear. Hoy, Recoleta. Uno de los barrios mas lindos y codiciados para vivir. Le debe el nombre al Convento de Padres Recoletos que luego se convirtió en un hospital de sangre, un cuartel y, por último, en un asilo de ancianos. Hoy alberga un centro cultural y está ubicada entre un complejo comercial de diseño y la iglesia Nuestra Señora Del Pilar. Contiguo a ésta, se halla el Cementerio de la Recoleta, considerado el más importante del país por la arquitectura de sus monumentos y bóvedas, más de setenta de las cuales han sido declaradas Monumento Histórico Nacional. Plaza Francia es su centro, una plaza enorme, con una feria artesanal bellísima, con bellos árboles, espectáculos de artistas callejeros, se puede escuchar un buen rock, o hasta jazz. Comer un rico pancho, hot dog como le dicen en Estados Unidos, o una manzana acaramelada con pochocho son típicos los puestos que se ven. Ya que estas por el Barrio te recomiendo que no te pierdas del Malba, museo de arte Latinoamericano.

Tantas cosas por hacer y se me acabaron los días, me falto por recorrer el centro y su famosísima calle Florida, la Catedral y la casa de Gobierno Rosada, Puerto Madero, sus restaurante y sus lujos de el barrio mas nuevo de la ciudad, Avenida de Mayo, la primera avenida de la ciudad con sus mágicas fachadas, donde atesoran historias y figuras importantes del pasado y Parque Lezama, historiadores suponen que este fue el lugar del primer asentamiento de la ciudad y tantas cosas mas.

Por ultimo, si llegas a venir a Buenos Aires, te acordaras y me agradecerás toda tu vida por los bellos momentos que seguro pasaras.
Fukerito.

lunes, 4 de noviembre de 2013

MARRAKECH. 1000+1

Hola, bruji,

Supongo que definir a Marrakech con el epíteto de 1000 más 1, cuanto menos te sorprenderá, pero es que recorrer los muchos rincones de esta ciudad es recorrer cada uno de los cuentos de las mil y una noches con toda su magia oriental, y esas noches no dejan de ser la sombra de esas mil y una palmeras que rodean esta ciudad con apariencia de un gran oasis.

El punto de partida y también centro neurálgico, aunque en Marrakech la palabra prisa no consta en ningún diccionario, es la mítica plaza de Djemmá el-Fná, y el primer contacto con ella podría ser uno de los restaurante-terraza que hay en ella, no son caros y esa vista desde arriba merece la pena, sobre todo la marea de gentes y el espectáculo multicolor que va cambiando en cada momento del día. Si la queremos ver en sito, veremos que por la mañana está llena de mil y un puestos de comida y de ricos zumos de naranja que exprimen delante de ti, de encantadores de serpientes que te ofrecerán por muy pocos dirhams la foto de tu vida con una peligrosa cobra colgada de tu cuello (si te niegas es probable que alguno de ellos, los hay, como en todas partes, con honradez limitada, te la pongan igual y te extorsionen pidiéndote algo de dinero por quitártela), aguadores, que son más atractivo turístico que saciadores de sed, y mil y un entretenimientos más. Según va pasando el día van desapareciendo los puestos de comida para dejar paso a músicos, saltimbanquis... que nos harán vivir un auténtico mercado medieval en pleno siglo XXI. Por la noche, vuelven a surgir los puestos de comidas con sus mil y un olores y ya desaparecerán las serpientes, en las horas de oscuridad muy peligrosas incluso para sus amos. Huelga decir que a las 5 de la tarde, sólo quedan turistas.

La plaza Djemmá el-Fná es prácticamente la puerta del zoco, mil y una callejuelas donde hay mil y una tiendas y donde nos perderemos mil y una veces si no vamos acompañados de alguien que nos guíe. Es un mundo aparte, calles muy estrechas, casi todas entoldadas para resistir el insoportable calor del día, y para poner farolas que iluminen la noche, es un mundo de mil y un colores, mil y un olores y mil y un sabores. Especias, madera tallada, alpaca o placa, ungüentos de belleza, alfombras, el inevitable cuero y todo ello artesano... como puedes ver, el zoco es algo así como un hipermercado medieval, pero nada impersonal como los hipermercados occidentales, es un mundo lleno de humanidad, donde la compra no es consumismo, es arte, y es inevitable el ejercicio del regateo, donde si lo haces bien, después de mil y una discusiones, es muy probable que te obsequien con un té moruno con todo su ritual, que consiste en tres vasos, porque el té verde con hierba buena marroquí se toma en vaso, el primero sin azúcar, amargo como la vida, el segundo dulce como el amor, y el tercero muy dulce como la muerte. Si con esta actividad aún no quedamos lo suficientemente relajados, siempre nos quedan los baños turcos, que hay varios por las cercanías.

Si te quieres ir por el ámbito cultural también tienes para dar y tomar, varios monumentos Patrimonio de la Humanidad y varios palacios y jardines de ensueño como los de las Mil y una noches, pero sin duda lo que más nos va a llamar la atención es la alargada sombra de los 70 metros del minarete de la mezquita de la Koutubia, hermano gemelo de la Giralda sevillana.

Lo dicho, si quieres dejar atrás las 1000 y 1 preocupaciones de la vida diaria, en esta bonita ciudad conseguirás sin prisa un rápido cambio de chip.

jueves, 10 de octubre de 2013

CUENCA. La dura levedad de la piedra.

Hola, bruji,

Pasear por Cuenca es pisar piedra, piedra a veces labrada, piedra a veces sin labrar, pero siempre piedra. Piedras que demuestran grandeza, piedras que un día la tuvieron, piedras que parecer levitar en el aire, pero siempre piedra. Y es que subir las duras cuestas que nos llevan a la Plaza Mayor, por no llegar aún más arriba, a las atalayas del barrio del castillo, son duras, cierto que podremos reponernos en allí en las tascas con un buen vino manchego de esos que manchan el vaso y con un rico morteruelo, paté de carnes varias, o con zarajo, algo de comer muy típico de allí cuyos ingredientes, tripas de cordero, me crearían una piedra en el estómago, para luego bajar de nuevo las cuestas con cierto tino y no chocar rodando contra una pared de piedra.

La Cuenca vieja se levanta hacia las alturas entre las hoces de los ríos Júcar y Huécar, cuyas cuencas se deslizan plácidas entre zonas rocosas, de piedra..., pero que esconden bellos bosques, pequeñas playas y frente a la ciudad, en sus riveras opuestas, se levantan algunos edificios maravillosos a la altura de la ciudad vieja, sobre roquedos de piedra, como el convento de San Pablo, pero esos roquedos, si tienes ganas de caminar un rato y explorar te pueden llevar a un pub un pelín posmoderno que está dentro de una cueva, ¿te imaginas? Tomar una copa dentro de una piedra...

Caminar por la Cuenca vieja es sumergirse en la historia. Es casi psicodélico el momento en el que subimos, casi podemos decir que escalamos, por sus empinadas cuestas que, más que casas, tienen mosaicos de colores, colores pálidos, discretos, pero variados, son los colores con los que se cubren las piedras para hacernos más leve la subida. Pero el color cambia al llegar a la Plaza Mayor, presidida por los majestuosos arcos de la catedral, ya nos encontramos con el color de la piedra, aunque cuidado, que el color de la piedra también es arte, y desde ahí ya no nos separamos más de ella. Callejuelas, callejones, capillas, conventos, rincones... nos devuelven con la edad de sus piedras a otras épocas, apartándonos del bullicio del siglo XXI para sumergirnos en un remanso de paz , de tranquilidad, sólo alterado ocasionalmente por el lucerío y los baffles de alguna tienda de artículos turísticos. Si queremos relax total para nuestro cuerpo y nuestra mente o nuestra alma, sólo tenemos que ir a donde están las casas colgadas y ver las impresionantes vistas hacia la hoz del Huécar, y si queremos eso mismo, pero sin escuchar una babelia idiomática llena de interjecciones de asombro, preparémonos para escalar más callejuelas estrechas y empinadas hasta llegar al Castillo, barrio desde el que podremos ver lo mismo desde mayor altura y en soledad casi absoluta, sólo alterada por algún grito de niño jugando, pero es comprensible y deseable, esos niños serán la historia del mañana.

Al otro lado del Huécar también hay otra Cuenca, pero ésta más moderna, donde te puedes abastecer de cualquier cosa como en cualquier ciudad y donde la piedra es testimonial, es una Cuenca muy interesante para lo noche. Hay una calle cuyo nombre no recuerdo pero que todo el mundo conoce como “la calle”, no muy grande pero llena de locales donde tomar tranquilamente una copa e incluso, si las piernas aguantan a esas alturas, bailar.

Finalmente te diré, si alguna vez llegaras a tener el corazón de piedra, espero que no, que la piedra rompe la piedra, y para eso hay que ir a Cuenca, sobre todo en Semana Santa, donde el fervor religioso alcanza cotas que ablandan cualquier impureza del alma.

miércoles, 25 de septiembre de 2013

COIMBRA. La melancolía de lo gris.

Hola, bruji,


Decir que Coimbra es gris es, sin duda una exageración, incluso, si nos atenemos a las figuras literarias, es una hipérbole, es decir: una exageración desmesurada. Y la verdad es que desmesurado no hay nada pues, a pesar de la proverbial exageración de nuestros vecinos portugueses, en la periferia de la ciudad podemos encontrar un parque temático llamado el Portugal dos pequeninhos, que es una colección de reproducciones de edificios importantes de todo Portugal pero de la altura de un niño. Bueno, en la antesala tenemos otro mini parque temático sobre Portugal y sus viajeros históricos y sus relaciones con las colonias (totalmente prescindible, ni te molestes en asomar la nariz).

Decía, y me interrumpí, que decir que Coimbra es gris es una exageración o hipérbole, porque a pesar de las lluvias, no es el color dominante, pero es que gris es esa ciudad que aún siendo en alguna ocasión la capital del país, no pierde nuca el aire provinciano; que aún teniendo la universidad más importante del país, casi la única hasta el siglo XIX, no pierde el aire provinciano. Y quizás, por eso el ser gris tiene su encanto porque pasear por las calles de la zona antigua tiene su encanto, ir sorteando un montón de callejuelas empinadas (una de ella se llama Quebra Costas, algo así como “rompe espaldas”) y con escaleras cada dos pasos para ir ascendiendo a la colina que corona la universidad (que digan después que el saber no cuesta). Cierto es que por el camino podremos hacer paradas en las decenas de iglesias, o en la catedral, para poder reponernos un poco, aunque sea espiritualmente, o detenernos a contemplar las típicas fachadas portuguesas de azulejos para alegrarnos los ojos..

La llegada a la universidad es un viaje en el tiempo, no hasta esos albores del siglo XIII en que fue fundada, pero plantarnos en el Patio das Escolas (patio de las Escuelas), rodeados por los edificios que fueron definiendo la universidad a lo largo de la historia, es una hermosa mirada al pasado. Sobre los edificios que están antes de llegar a este patio es mejor hacer borrón y cuenta nueva, horrorosas moles construidas en los tiempos en los que la barbarie campaba a sus anchas, cuando Portugal padecía a un dictador llamado Salazar, quien para más escarnio, había sido catedrático en esa misma gloriosa institución. Aquí en la universidad, si somos capaces de sobrevivir a los turistas o, peor aún, a los tunos, podremos recorrer todos los edificios previo pago (¿quien dijo que el saber fuera barato?), de todos modos, yo me quedo con uno sólo: la impresionante biblioteca.

La vida universitaria marca mucho el ambiente de la ciudad y, aunque generalmente gris o aburrida, nos puede deparar alguna sorpresa. Recuerdo que una vez me metieron por una especie de garaje donde había gente jugando al futbito, y cruzado éste entramos en un portal gris y subimos hasta el segundo. En la puerta a la que llamaron mis acompañantes había un farolito (amarillo) y me empecé a poner nervioso, pero... ¿qué había dentro? Un pub muy tranquilo, lleno de estudiantes y gente joven, con fados en directo, ese fado de Coimbra, que dicen que s más dulce y melancólico que el de Lisboa. Después me enteré que este tipo de lugares suelen ser clubes privados de estudiantes y que se conocen con el nombre de repúblicas.

Creo que la Coimbra comercial no te interesa demasiado, pero te diré que no es gran cosa, así que vista la universidad y ciudad vieja, lo mejor es hacer otra excursión en el tiempo e irnos, a tan sólo unos pocos kilómetros, al antiguo Imperio Romano... que gran ciudad debió de ser Conimbriga...

domingo, 8 de septiembre de 2013

CLUJ-NAPOCA. Historia de dos ciudades.

Hola, bruji,

Aunque Cluj-Napoca es una única ciudad, bien podrían ser dos. Se hablaba del muro de Berlín como “el muro de la vergüenza” porque estaba a la vista de todos pero, claro, ojos que no ven, corazón que no siente, y en Cluj hay otro muro, y no me refiero a los restos de sus recias murallas medievales, es un muro que no se ve y que sólo es capaz de construir la ilimitada estupidez humana, y es el muro que hace que dos pueblos se odien.

Cluj, lo de Napoca es recuerdo histórico de cuando Rumania (sin tilde) era aún la Dacia romana (el Dacia sigue siendo el vehículo nacional), bien podría ser un paradigma de la multiculturalidad. Allí viven, que no conviven, gitanos, sajones, húngaros y rumanos. Los gitanos, como en casi todas partes, están tristemente discriminados, aunque no hay fiesta popular si no hay gitanos. Los sajones, luteranos, se discriminan ellos solos, tienen un poder adquisitivo muy alto y viven en comunidades muy cerradas y con costumbres casi medievales; para ellos Cluj se llama Klausenburg. Y quedan húngaros y rumanos, comunidades mayoritarias en toda Transilvania, de la que Cluj es capital, y juro que están allí, pero los unos a los otros no se ven... no existen excepto para lo malo.... Hay dos centros de culto principales: la catedral ortodoxa para los rumanos, la iglesia católica de Sfântul Mihail (San Miguel), una joya gótica del siglo XIV para los húngaros. Hay dos óperas, una de estilo neoclásico del XIX para los rumanos, justo frente a su catedral, hay una húngara en un edificio bastante feo al lado de la entrada principal del Parcul Central, el pulmón verde de la ciudad. Tienen sus barrios y sus tiendas... y, aunque suene a chiste, muchos húngaros si les hablas en rumano, no te contestan, aunque todos lo hablan porque es obligatorio en la escuela, pero si les hablas inglés, a los pocos que saben, son todo amabilidad....

Uno de los pocos puntos de cordura, con respecto a esto, lo intenta poner la Universidad, la única universidad, que se llama Babeş-Bolyai, con nombres de dos reputados científicos transilvanos, el primero rumano y el segundo húngaro, aunque después tenga distintos programas de estudio en rumano y húngaro para sus alumnos (también alguno alemán).

Una vez que conseguimos olvidar por un momento las miserias humanas, vemos que Cluj es una ciudad atractiva, es una Viena en pequeño con su trazado con del siglo XIX, quizás la época en la que tuvo su mayor esplendor, pero con muchos detalles de la “multiculturalidad” que habita en ella y con muchas muestras de la arquitectura transilvana. Tiene mucho que ver porque la historia dejó en ella muy buenos momentos, pero a veces dejó caer la zarpa de una forma miserable, pero todo eso se puede ver en cualquier guía de viajes o navegando por mil páginas de la red. Pero sí hay un lugar digno de visitar: el cementerio. Además de ser otro de los pulmones verdes de la ciudad y de tener todos los encantos un tanto selváticos de la mayoría de cementerios rumanos (es muy interesante también el de Sighişoara) que lo hacen ideal para pasear, tiene una “sección” dedicada a la Segunda Guerra Mundial donde tienes que agarrar el alma para que no se te escape ante la terrible visión de miles de cruces blancas con al leyenda necunoscut, que no es difícil adivinar que significa 'desconocido', y supongo, que no entiendo su lengua, que la misma leyenda se ve en la parte húngara, en la parte judía y en la parte rusa (hasta en los muertos hay disgregación...)

Cluj es una ciudad que enamora, ojalá sus gentes también enamoren algún día al prójimo.

sábado, 31 de agosto de 2013

AMSTERDAM. ¿Naranja o rojo o multicolor?

Hola, bruji,

Holanda dicen que es el país naranja, quizás por sus tulipanes o quizás por su selección de fútbol que en los tiempos del tándem CruyffNeeskens encandiló a Europa y al mundo, sin embargo en Amsterdam no destaca el naranja, a pesar de sus muchos mercados de flores o de la publicidad de algún banco, en Amsterdam destaca el rojo porque, por ejemplo, rojas son las mejillas de holandeses y holandesas que pasean en esos miles de bicicletas que circulan por la ciudad, rojo es el ambiente de los museos del sexo y sex-shops que abundan por el centro, pero más rojo es el conocidísimo Distrito Rojo, donde las prostitutas (oficio completamente legalizado en Holanda) se exhiben en escaparates a la luz de los clásicos faroles rojos para captar a sus posibles clientes. Además, aunque, la fama se la lleve el barrio rojo, hay otras dos zonas de características muy similares: Korte Korsjespoortsteeeg, muy cercano a la Centraal Station y Museumplein, cercano al Rijkmuseum.

También en Amsterdam destaca el marrón, pues marrón, brown, es el techo de los coffeeshops, que distan de ser mucho una tienda de café o cafetería convencional, son lugares de ambiente muy variado, desde rastas hasta new age, donde no se vende alcohol, pero se venden de forma completamente legal hasta 5 grs. de estupefacientes de los considerados blandos, puesto que esa es la cantidad máxima que puede portar legalmente un adulto en Holanda. Mucho ojo con esto al salir del país, porque fuera de Holanda eso no es legal, y, por ejemplo, bastantes policías belgas andan cual aves carroñeras por las cercanías de la frontera a la caza del turista incauto. Son similares los smartshops, aunque ya no entren dentro de la gama de hostelería, aunque también venden productos fumables, setas alucinógenas, semillas, etc. etc.

Amsterdam también es verde, y no estoy pensando en la más conocida mundialmente de sus cervezas, si no los muchos parques que rodean la ciudad antigua. Como Erasmuspark, Ooesterpark, Rembrandtpark y, sobre todo, el impresionante Vondelpark, un parque con cerca de 45 hectáreas!!!, lleno de lagos, que tiene vida propia. Siempre lleno de gente paseando, niños jugando, músicos y otras expresiones de artistas callejeros, conciertos de un cierto nivel gratuitos en verano y mucha, mucha gente tostándose al sol… Los lagos de los parques y los muchos canales que surcan la ciudad, también la hacen azul.

Amsterdam es multicolor, su ambiente lo hace así. Las calles del centro son un hervidero de gente y color: los mercados de flores, los mercados de bicicletas (medio de transporte muy útil en esta ciudad que además podemos comprar de quinta mano y venderla fácilmente, si la cuidamos, como de cuarta…),a la mucha gente de todas las tribus urbanas que pulula por las calles, por ejemplo recuerdo a un tío con mono azul de trabajo que llevaba aperos de fontanero y con el pelo discretamente teñido de verde y el bigote de naranja, o a una tía en lencería negra fina de hace unos décadas y con un paraguas estilo rococó… Todo esto salpicado de músicos callejeros (les compre un disco a un grupo que tocaba en la plaza Dam, Northern Lights, que no mucho después empezaron a recorrer circuitos más importantes dentro de las nuevas músicas), de puestos de arenques y patatas fritas (casi los platos nacionales), muchos ociosos sentados en la plaza Dam o en la Estación Central… Muchos museos con sus extensas pinacotecas… La verdad es que no ha lugar a aburrirse…

Finalmente, Amsterdam también es negro… Nunca en ningún lado he visto tan de cerca como aquí los ojos del racismo, especialmente con los europeos latinos, pero de esto casi mejor no hablar…

miércoles, 28 de agosto de 2013

BUDAPEST. ¿Es azul el Danubio?

Hola, bruji,

Mis sensaciones sobre Budapest son muy dispares y llenas de contrastes, bueno no sólo sobre Budapest, se pueden hacer extensivas a toda Hungría, pero ahora me interesa centrarme más en su preciosa capital. Es curioso el contraste de la calle Vaci, de la que luego hablaremos, con el casi centenar de balnearios baños turcos que salpican toda la ciudad. Es curioso el contraste del bullicio de Pest frente a la calma y sosiego de Buda y de Obuda. Es curioso el contraste de un mentalidad muy cercana a tiempos pasados (que casi toda la Europa del Este quiere olvidar) con la gran cantidad de centros comerciales que abruman incitando al consumismo más galopante. Y el mayor contraste es el Danubio que atraviesa la ciudad, que según el vals de Strauss es azul, y no sé cual es su color por Viena, pero a Budapest llega entre verde y marrón…

El Danubio parte la ciudad en dos. Por un lado tenemos Buda, con sus colinas, que es el viejo recuerdo de la grandeza de un imperio que vivió tiempos mejores, con su ciudadela medieval y su impresionante Palacio Real. En esa misma orilla del río, hacia el norte está Obuda, que hoy no deja de ser un pequeño barrio, con sus casitas de cuento, la mar de apacible (vale la pena perder un rato para visitarlo). Y en la otra orilla está Pest, que es una gran ciudad donde podemos encontrar todo lo que podamos necesitar: tiendas por un tubo, bares, discotecas, museos, su impresionante parlamento que tiene un cierto aire al inglés… y donde la actividad de la calle es febril. ¿Y el río? El río tiene también su vida de contraste. En él está la isla Margarita, nada que ver con la de Venezuela, una isla repleta de jardines en los que tomar el sol en verano, donde todo es plácido y tranquilo, pero también por el se mueve la actividad frenética de decenas de barcazas atestadas de turistas.

Como ya he mencionado antes, la calle Vaci, en Pest, es uno de los principales núcleos de la vida de esta ciudad. En ella tenemos tiendas para todos los gustos y colores (casi todas caras), buenas heladerías y cafeterías, algunos clubes nocturnos cuyos escaparates traslucidos dibujan las formas de una stripper de carne y hueso que se contonea sinuosamente al otro lado del cristal (¿copiaría de aquí Pepe Navarro aquellas persianas que ofrecía a toda España cuando con su Mississippi dio rienda suelta a la telebasura más soez?), bancos, cambistas y estafadores… Es un hervidero de gente por el día y por la noche. Imprescindible conocerla.

Si el Danubio ya no es que sea demasiado azul a su paso por esta ciudad, si son azules los balnearios y baños turcos. Yo destacaría dos: el Gellert, en Buda, casi al pie de la ciudadela, muy bonito y muy pijo y, sobre todo, Széchenyi, sí, el balneario del que hay cientos de fotos de gente jugando al ajedrez en sus piscinas exteriores incluso con el recinto cubierto por varios palmos de nieve. En Széchenyi te puedes pasar un día entero de total relax por muy poco dinero, incluso por poco dinero más con unos buenos masajes reparadores, disfrutando de sus piscinas interiores que abarcan un amplio abanico de temperaturas, sus baños de vapor y sus míticas piscinas exteriores, donde podremos jugar cons sus olas y corrientes artificiales o, ¿por qué no?, al ajedrez.

Finalmente, te diré que no esperes mucho de la amabilidad de los húngaros (excepciones las hubo hasta en la última cena), en general miran a los turistas como bichos raros y con una cierta desconfianza, pero, sobre todo, ten mucho cuidado con los vigilantes del metro (alguno de ellos, probablemente hijo de alguna antigua ocupante de los escaparates de la calle Vaci), que estarán muy atentos a todo aquel que no hable húngaro para ver si pisan las líneas amarillas de las estaciones y cascarles una buena multa... Suerte que nos quedarán los balnearios para relajarnos...

miércoles, 21 de agosto de 2013

LA HABANA. Cualquier tiempo pasado fue lo mismo.

Hola, bruji,

En ningún lado he vivido la sensación de intemporalidad que desprende toda Cuba, y en especial La Habana. Desde las olas del Malecón hasta las letras del Vedado hay distancia pero no hay tiempo, que absurdo el reloj en Cuba, que absurdo el reloj en La Habana… Son, son… y a ritmo de son se mueve todo, todo sea cantar y bailar en cualquier esquina, todo sea charlar en cualquier esquina porque en La Habana el tiempo no pasa. No pasa por las fachadas de sus casas, eternamente desconchadas, no pasa por la monumentalidad de sus calles, no pasa mientras disfrutamos de un mojito en La Bodeguita del Medio o de un daikiri en el Floridita, como en su día hizo Hemingway. El tiempo no pasa para nosotros mientras las olas del malecón mecen la ciudad mientras unas pateras ávidas de horas se pierden unas millas más allá cercanas al estado de Florida.


Pasear por La Habana Vieja es disfrutar de agradable conversación con ancianos de espíritu joven sentados en fila en los portales cuando el calor decae al tiempo que intentamos alejar con un no el constante acoso de esas adolescentes (incluso niñas) viejas que llaman jineteras para quienes un reloj sí vale mucho. Pasear por La Habana Vieja es disfrutar del mercadillo de artesanía de la plaza de la Catedral, pagando en dólares, mientras disfrutamos del son, son al tiempo que algún mozalbete nos intenta vender una caja de Habanos o un ron añejo, ambos de dudoso origen y más dudosa calidad.

¿Y qué pasa con el paladar en La Habana? ¿Dónde disfrutar del mítico arroz a la cubana (nada que ver con este arroz blanco con tomate y huevo frito que comemos en Europa) o de una buena langosta por poco dinero? Aunque no hay concepto del tiempo sí lo hay del dinero, y los restaurantes oficiales o los de los hoteles, bastante caros, así que lo mejor para agradar el paladar es eso que también llaman paladar, que no dejan de ser restaurantes caseros clandestinos (es también muy cubano el hacer la vista gorda…) y en ellos, por bastantes dólares también, aunque menos que en los hoteles, podremos comer como verdaderos reyes.

No voy a hablar de política para no desvirtuar la memoria del Che Guevara a quien canta en sus melodiosos sones, el poeta Nicolás Guillen

Así que, bruji, si alguna vez te vas a La Habana, olvídate del reloj y deja que el tiempo te envuelva con un mojito y al ritmo del son, son. Ya te llegarán las prisas cuando te vuelvas al aeropuerto, con nombre de otro poeta, José Martí para regresar a casa.

martes, 20 de agosto de 2013

BRUJAS. Como agua para chocolate.

Hola, bruji,

Con la misma maestría que Laura Esquivel, mezcla la ciudad de Brujas estos dos ingredientes. Brujas huele a chocolate, pero no al de fumar, el de comer. En sus muchas pastelerías hacen unos bombones que son casi míticos, unos bombones delicados que ya se derriten en la boca nada más tener contacto con nuestra saliva. Resuelto lo del chocolate, ¿qué pasa con el agua? Brujas está llena de canales, no hay tantos como en Venecia, aunque haya quien le llame “la Venecia del norte”, o Ámsterdam, pero sí los suficientes como para dar largos paseos de lo más pintoresco y relajante (uno de mis mejores recuerdos fue el hotel en el que estuve, cuyo nombre no recuerdo, pero era un barco de madera varado en un canal, que por las noches se mecía con el vaivén del agua, y en agradecimiento sus maderas crujían…).

Sus calles, imprescindible recorrerlas con calma, tienen el sabor del medievo, de esa gran ciudad que fue en el medievo, además su nombre tiene también aire medieval, pero ése es uno de los grandes errores históricos de nuestra cultura, su nombre en flamenco es Brugge, que aunque lo parezca no tiene nada que ver con las brujas… aquí vuelve a aparecer el agua, por la palabra brugge, que no es ni más ni menos que 'puentes', esos muchos puentes con los que poder atravesar sus canales. ¿Suena romántico, verdad? Es cierto, sus casitas, que parecen sacadas de cuentos de Andersen a las orillas de los canales parecen hacernos vivir un sueño.

El ambiente de Brujas es el de una ciudad de provincias tranquila, incluso en la célebre plaza Markt por las mañanas todo es tranquilidad, todo te anima a disfrutar de la arquitectura gótica sin andar a codazos, pero por la tarde ya no hay nadie, bueno, sí, algunos españoles, italianos y alemanes vaciando las reservas de las carísimas cervecerías locales. Y es que la cerveza es toda una institución en Brujas, es casi la única forma de hacer amigos (salvo que sepas hablar flamenco, mucho ojo con hablar francés, te mirarán fatal o, simplemente, te ignorarán). Las cervezas trapenses, o esas cervezas tipo lambic de cereza o frambuesa son uno de esos placeros divinos que nos tiene reservados esa tierra, y que en compañía de una buena fuente de mejillones nos llevarán, por un rato, a las mismísimas puertas del cielo.

El compañero eterno del agua es el viento, y en Brujas también está presente, y paseando por sus alrededores se traduce en forma de molinos, prácticamente todos en desuso, pero le dan forma al paisaje y nos dan idea de lo que nos vamos a encontrar un poco más al norte en el país de los tulipanes… pero si te empecé diciendo que Brujas es chocolate y es agua, me estoy yendo del tema, ya la verdad es que hay una prueba irrefutable que demuestra esta comunión: casi todos los bombones que podemos ver son un jaspeado de chocolate con leche y chocolate blanco con forma de… conchas, estrellas y caballitos de mar… La verdad es que si con ese chocolate hicieran casitas, como la que atrapó a Hansel y Gretel, con el nombre que en castellano le asignamos a la ciudad, daría miedo.

domingo, 18 de agosto de 2013

FEZ. Érase un hombre a una nariz pegado…

Hola, bruji,

Este sarcástico verso, del no menos sarcástico Quevedo, encaja a la perfección con lo que puede ser una visita a la medina de Fez. Recorrer los varios miles de callejuelas y callejones que hacen de esta medina un inmenso laberinto es como recorrer todas las páginas de El Perfume de Süskind y, por fin, ser conscientes de que nuestro apéndice nasal sirve para algo más que para servir de apoyo a las gafas de sol.

Los limoneros del Palacio Real huelen. También desprenden olor a piel los puestos de marroquinería (que mejor lugar Marruecos, para comprar marroquinería). Huelen los puestos de especias. Huelen la carne de vaca o cordero en los puestos callejeros de pinchos morunos. Huelen los excrementos de las mulas salpicados por doquier. Huelen los rinconcitos donde hay niños vendiendo hierbabuena. Huelen las babuchas y sandalias puestas en perfecta fila a la puerta de mezquita. Huelen el kif y el hachís. Huele la madera recién tallada y trabajada por un habilidoso ebanista…. En todas partes huele a algo, desde el olor de la especia más sublime, hasta el olor de la putrefacción más nauseabunda.

Como se puede suponer, casi todo lo mencionado antes tiene sus lugares y sus puestos, casi todos en el mercado (ya, ya… el hachís no se vende en puestos tan alegremente, pero no es difícil de encontrar), y eso hace de Fez también un mundo multicolor que a veces roza lo surreal cuando esa explosión de color va variando constantemente con las luces y sombras del zoco.

El olor central de Fez, no apto para narices sensibles, es el de la curtiduría de pieles de Al-Chauara, muy cercana a la impresionante mezquita Qarawiyyin. Para entrar a verlas es necesario que lleves una ramita rota de hierbabuena que podrás comprar en la entrada y que hará, dentro, tu estancia más llevadera. La primera impresión será brutal, todo un choque de olor hiriente y de color embriagante. El contraste del olor a muerte que desprenden las pieles con el color de la vida que irradian los cientos de fosas con los tintes. Estando allí uno no puede menos que pensar en que será de la vida de los trabajadores a quienes el trabajo lleva dentro de esas fosas trabajando la piel porque su olor corporal no ayuda mucho a entablar relaciones sociales… pues su destino es casarse con hijas de gentes que trabajaron o trabajan de lo mismo, y no es muy difícil que adivinemos el futuro de sus hijos e hijas…

Comprar en el zoco de Fez, como en todos los zocos de Marruecos, es un arte. Es imprescindible regatear, hasta el punto de que algo que parte de un precio astronómico, se queda en unas monedas, y aún así saldremos perdiendo con respecto al valor real del producto (dentro de los términos económicos del país). Pero lo interesante es ver como hacen esos productos delante de ti: el ebanista hace un ajedrez igual que el que vas comprar con maderas olorosas delante de ti, el zapatero hace las sandalias con un olor que nos recuerda a la tenería (aunque en breve dejará de oler a piel para oler a pies) delante de ti. El especiero hace las mezclas con sus olores dulces o picantes delante de ti y eso muchas veces vale más que el dinero del producto. Es transportarte en el tiempo, porque así eran los puestos del medievo.

Ya me despido, pero piensa en que si vienes a Fez, olvídate del mundo del Chanel, y, tenlo por seguro, saldrás ganando.

viernes, 16 de agosto de 2013

NUEVA YORK. Knock-knock-knockin' on heaven's door

Hola, bruji,

Como primeriza que serás cuando visites Nueva York, llévate un buen linimento para aplicar en tu cuello en las horas de ocio porque a lo largo del día no harás más que mirar a las alturas. Da igual que sea el mítico Empire Center (aunque sea sin King-Kong), el Chrysler Building, la Carnegie Hall Tower… nunca dejarás de mirar para arriba. Ir por la 5ª Avenida es mirar siempre hacia arriba, haciendo algún impass para mirar los escaparates. Cierto que podrías mirar de lado desde el río Hudson, pero el skyline, la famosa línea del cielo dibujada por tan magníficos edificios quedó truncada por la mano asesina del fanatismo (todos los fanatismos son manos asesinas) un desgraciado 11 de septiembre al rememorar el episodio del Ángel Caído, que de un plumazo se fue del cielo al infierno, cuando las Torres Gemelas del World Trade Center, sollozando sangre, se vinieron abajo.

Igual que el cielo, donde hay de todo, Nueva York es cosmopolita. Sólo hay que echar una ojeada a un vagón del metro para en segundos ver a gente de todo tipo, raza y condición, para vernos envueltos en una nueva torre de Babel (otro castigo bíblico) con un mosaico de idiomas diversos. No ha temor: el castellano es lengua frecuente, aunque un poco de inglés viene bien, con castellano puedes llegar casi a cualquier parte. Hablando de la gente… ojo con chocar con nadie, te pondrán cara de pocos amigos, los neoyorquinos son muy celosos de lo que consideran su espacio personal y se tornan agresivos si lo consideran violado. Supongo que es normal cuando se ven obligados a vivir varios miles de ellos por metro cuadrado. Ese cosmopolitismo también se ve a la hora de comer, sobre todo si nuestro bolsillo rebosa telas de araña. Las alternativas son esas cadena mundialmente conocidas de comida rápida (bueno, algunas no tan conocidas pero que no desmerecen con las anteriores), restaurantes italianos y, sobre todo asiáticos, especialmente indios y chinos (ojo, hay chinos con comida para chinos, no para occidentales y muchos estómagos podrían no resistirlo). Por cierto, hablando de italianos y de chinos, vale la pena visitar la Little Italy, e imaginar las aventuras de Capone & family, aunque no hoy no deje de ser un barrio anodino y triste, y, sobre todo, la vecina China Town. ¿Nueva York o Shangai? El barrio chino de Nueva York (nada que ver con el concepto occidental de barrio chino) es todo un bullicio de la mañana a la noche. Gente por todas partes, tiendas donde venden todo tipo de falsificaciones por doquier, restaurantes chinos para occidentales o para chinos cado dos pasos, artesanía china, banderolas chinas… sólo faltaría ver algún retrato de Mao para creernos en la mismísima China. Imprescindible.

En Nueva York hay museos para dar y tomar. ¿Que si valen la pena? Por supuesto, son todos museos de primerísimo línea, pero nos llevaría meses verlos, así que lo ideal sería ser muy selectivo con ellos porque algo que no nos podemos perder de Nueva York es la vida de la calle. Ya he mencionado el ambiente de Little Italy, China Town o la 5ª Avenida, pero no debemos perdernos el relax que nos ofrece Central Park, lo pintoresco de la parte civilizada del Bronx que aún conserva algunas reminiscencias de la época del Cotton Club. No podemos ignorar las boutiques de lujo del SOHO (aunque sea sólo para mirar que es por lo único que no cobran, aunque en algunas haya vigilante jurado con cara de pocos amigos en la puerta). Otro punto imprescindible es Times Square: tiendas de todo, especialmente de recuerdos neoyorquinos (que gran invento el papel higiénico imitando billetes de cien dólares… ¡para sentirse un Rockefeller de la vida!) y también donde están las taquillas para conseguir entradas para los musicales de Broadway (hacen falta meses de antelación…). Y es muy recomendable Green Village, salpicado de banderas arco iris (que contradicción en una sociedad que repudia abiertamente el sexo anal) y lleno de un montón de cafeterías acogedoras y entrañables en las que pasar un muy buen rato. Hablando de cafeterías, nunca olvides dejar propina, más o menos un 10% de la cuenta, porque es el sueldo de los camareros que no tienen salario fijo.

Sé que no es mucho, que sobre Nueva York se podría escribir un libro, pero no quiero aburrirte más, sin embargo, ¿no te preguntas por qué no menciono uno de sus símbolos más conocidos: la Estatua de la Libertad? Esa es una de las paradojas de la sociedad americana: la estatua que pretende ser el símbolo de la libertad está encerrada solitaria en una pequeña isla en el río Hudson… de allí no escapa…

jueves, 15 de agosto de 2013

SANTIAGO DE COMPOSTELA. ¿Donde la lluvia es arte?

Hola, bruji,

“Chove en Santiago” cantaba en gallego el poeta andaluz García Lorca, paseando sus amores por Galicia y eso me recuerda una escena recurrente de Santiago: en Santiago llueve. Y la piedra, porque Santiago es una ciudad entera de piedra y a Santiago llega un Camino también de piedra, queda preciosa, que mejor comunión que la de la piedra con el agua. No hay nada más romántico que las tres rúas que llevan a la catedral mojadas mientras mis botas chapotean por los charcos de piedra. Nada es más romántico que escuchar a una gaita que llora por escuchar el tintineo de unas monedas protegida por los soportales de las rúas acompañada de la percusión de la lluvia sobre el suelo de piedra… Pero, la verdad… tanta lluvia, a veces, es una putada.

Santiago sin lluvia es arte. Sus piedras se levantan majestuosas por doquier. Se levantan en forma de plazas, se levantan en forma de catedral, se levantan en forma de noche, esa “Longa noite de pedra” (Larga noche de piedra) que cantaba Celso-Emilio Ferreiro, pero que aquí es larga con marcha de gaita y guitarra eléctrica en los muchos pubs que salpican la ciudad vieja siguiendo la entrada triunfal del Camino de Santiago. Pero por el día la piedra tiene color, la piedra huele, y ese río de calles que rodean la catedral, Raíña y O Franco (que nadie piense en el dictador, franco en gallego es “libre”), descubren un río de olores y sabores en forma de tascas, y un río de lugareños mezclados con mil peregrinos y turistas, degustan en las terrazas de piedra un buen pulpo, una mejor empanada y el vino de la tierra.

Santiago es espiritualidad. Espiritualidad en Santiago es mezcla de religiosidad y magia. Esa religiosidad y esa magia que, cogidas de la mano, vuelan en forma de botafumeiro en la catedral. Es increíble como un incensario tamaño XXL puede dejar atónitos a miles de fieles y de descreídos alrededor de un altar. Fieles y descreídos que van a cumplir con el rito de los “croques” en el Pórtico de la Gloria para pedirle al santo bienes presentes y futuros o que hacen colas kilométricas para traspasar el umbral de esa puerta que llaman Santa, y que sólo se abre cuando es año santo compostelano. Y eso hace que Santiago también sea tiempo, no sólo el tiempo que pasó para ver crecer esas piedras que hacen convivir románico con barroco y con neoclasicismo, si no, ese tiempo cuya noción perdemos callejeando por sus calles o meditando en las largas esperas para besar la efigie del apóstol. Pero Santiago también se ríe del tiempo: me encanta escuchar las risas de las excursiones de los jubilados cuando de espaldas al árbol de las ciencias de la Universidad, palpan a ciegas, la rama que les indica que carrera estudiarán en el futuro…

Santiago es arte porque todas sus calles desprenden música. Cada dos pasos verás a un músico solitario rasgar tañer sus instrumentos para que los mimos que están a dos pasos no se sientan solos. En las noches de verano, verás a la tuna cantar (o intentarlo) en los soportales de Correos, en la rúa do Franco, al tiempo que le intentan vender un peine gigante a un calvo.

Santiago es verde, “verde que te quiero verde” que también diría Lorca. Y el verde convive con la piedra y con la espiritualidad y con el tiempo. El verde rodea a toda la ciudad, salpicada de jardines, y desde el verde de la alameda, podremos compartir banco con un Valle-Inclán de piedra y disfrutar de todo el esplendor de la fachada del Obradoiro. Y sentado en ese banco al anochecer, bajo las luces de la bohemia, sólo te puedo decir: tienes que venir a Santiago.

miércoles, 14 de agosto de 2013

SIGHISOARA. La cuna del vampiro

Hola, bruji,

Hoy ponte el collar del perro, sí, ése, el de los clavos, pero mirando para fuera, no vaya a ser peor el remedio que la enfermedad. ¿Por qué? Te voy a presentar la ciudad donde nació el temible conde Drácula. Ya, ya sé, es una invención de Bram Stoker que dio lugar a muchos mitos y a un par de buenas películas, pero sin duda se inspiró en Vlad Tepeş, héroe local romano de la Edad Media de costumbres un tanto controvertidas, de hecho ese lindo epíteto de Tepeş en lengua rumana significa “empalador”. Huelga decir el porqué.

Para llegar a la ciudad la mejor forma, casi diría que la única es el tren. Te puedo decir que los trenes rumanos son escrupulosamente puntuales aunque el secreto para esa puntualidad es que son más lentos que el caballo del malo en un espaghetti-western. Y ya desde el tren vamos a ver una vista impresionante: una ciudadela llena de torres acabadas en punta y mucho arbolito. La verdad es que para nosotros, adaptados a una estética arquitectónica occidental, la estampa asusta. Ese susto es el primer paso de lo que nos vamos a encontrar…

Al bajar del tren, estaremos en una pequeña ciudad más o menos nueva en la que no vale la pena perder el tiempo, así que sin dilación nos vamos a la ciudad vieja. Es impresionante: una fortaleza con seis torres, torres gremiales (destaca con diferencia la de los relojeros) con una solidez que da apariencia de una cierta inexpugnabilidad. Hablando de gremios, es indispensable la visita al cementerio, donde hay muchas lápidas con los símbolos de cada gremio, además, como todos los cementerios rumanos, tiene un toque lóbrego pero encantador con esa mezcla de lápidas puestas de cualquier forma y rodeadas de matas salvajes que parece que por un momento nos estemos trasladando a una viñeta de un cómic de terror de eso tan típicos de los años 80.

Sighişoara es para callejear. Calles estrechas, oscuras, con muchos túneles. Las casas son de tonos ocres y los pavimentos empedrados. Es curioso, y no apto para cardiacos subir a la iglesia que corona la ciudad, con su torre afilada que parece que rasgue el cielo, pero antes prepárate a camina, para llegar al atrio de la iglesia hay que subir una escalinata cubierta estrecha y oscura de unos 300 escalones, cuyo final parece que no se ve nunca (yo me pregunté si fue allí donde Ernesto Sábato se inspiró para escribir El Túnel) y te puedo asegurar que una vez que llegas a la puerta de la iglesia (casi siempre cerrada) lo que menos te apetece es luego subir a la torre.

Por suerte no hay demasiadas tiendas para turistas con lo cual no te vas a ver distraída con demasiadas horteradas, pero si te puedes permitir un pequeño pecado, vete a cenar a la casa donde dicen que nació Vlad Tepeş, Drácula, hoy un restaurante bastante aceptable de comida rumana, y si puede ser en una noche de tormenta en la que no haya electricidad y tengas que cenar a la luz de los rayos y las velas… Mmmm, ¿sigues con el collar puesto?

martes, 13 de agosto de 2013

PARÍS. La bohemia progre.

Hola, bruji:

Una semana es muy poco tiempo para patear París, así que debemos ser muy selectivos y escoger entre ver la ciudad o los museos (yo, bohemio, me decantaría por lo primero, aunque lo segundo también es alucinante).

La estación central del metro de París es St. Michel, buen punto de partida para comenzar nuestro paseo. Según sales de ella, puedes optar por ir al Cartier Latin (el famoso barrio latino, centro de la bohemia y todas esas cosas progres...), es el París viejo, con callejuelas y rincones muy entrañables; es frecuente encontrar en él mercadillos (por cierto, la gran mayoría de aceituneros con los que charlé, eran gaditanos), y puede ser un buen sitio para comer: hay muchos restaurantes griegos a precio aceptable aunque servicio pésimo (la hostelería es en general prohibitiva). En el mismo Barrio Latino, a las orillas del Sena son frecuentes los anticuarios y librerías de viejo, tanto en tiendas como en puestos callejeros. Cuando te decidas a cruzar el Sena, antes de llegar al otro lado verás que hay una gran isla, la Ille de la Citè, imprescindible visitarla, además de una serie de palacetes, está uno de los edificios más impresionantes de París: Notrê Dame, la famosa catedral, donde podrás recordar pasajes tan bonitos de la literatura, la historia y el cine como los amores de Quasimodo y la bella (eso decían, que yo de Disney no me fío) gitana Esmeralda. Ahora por fin se pasa el río y allí nos encontramos en otro París más cosmopolita que está invitándote a perderte en él. A la izquierda del puente está el Louvre (pero no entres porque no te llegaría la semana entera!!!), sí vale la pena que lo veas por fuera, además al lado está el palacio real que también es digno de ver (por fuera), y también los jardines de las Tullerías (ya sabes la egalitè, fraternitè...). Muy cerquita de ahí hay una plaza llamadas les Hayes, VETE!!!!, es un edificio subterráneo con no sé cuantas plantas y bóveda de cristal, es un poco el símbolo y punto de encuentro de la gente joven parisina, hay montón de tiendas y centros de ocio, además de una biblioteca/fonoteca impresionante, además arquitectónicamente vale la pena. También a unos minutos está el museo de arte contemporáneo, el Beauburgh, el gusto con que fue diseñado es discutible, hay que verlo para opinar, pero la inmensa plaza que hay delante tiene un montón de vida y se pueden pasar ratos muy agradables.

Con este paseo ya casi estamos de nuevo en el puente que nos devuelve a Notrê Dame. Si en ese puente miramos a la derecha podemos llegar a la ópera vieja, es bonita, pero perderías muchísimo tiempo, al lado de la ópera hay una Caixa Galicia (viva la terriña!). Si te mueves en metro no vas a ver nada, por eso lo mejor es tomar el autobús, y el segundo circuito que me gustó fue ir al Arco del Triunfo, si tienes suerte hasta puedes ver una ceremonia militar similar al cambio de guardia del palacio real londinense (pero tampoco te mates, no es nada del otro planeta). El arco es bonito y los romanos lo pensaron muy bien porque ya sabían que los franceses en el futuro iban a hacer otro igual, pero pequeñito, en las Tullerías y otro inmenso y muy moderno en la Defense siguiendo una línea isométrica muy curiosa... Bromas aparte, desde allí puedes ver el ultramoderno barrio de la Defense, es impresionante, como una manzana de Nueva York incrustada en París, pero con diseños arquitectónicos muy rompedores e impactantes. Cuando fui allí me tiré en medio de la plaza central y estuve mirando hacia arriba casi una hora, vale la pena si te gusta la arquitectura, pero tienes que ir en bus, es lejísimos (no sé si ahora habrá metro), por lo demás está lleno de tiendas y centros comerciales (hay un Alcampo que debe de ser tan grande como Ptº de Sta. María).

Otra zona de París interesantísima es la zona del Sacre Coeur. El Sacre Coeur en sí es feísimo (para mi gusto, además tuve allí una mala experiencia, nada importante pero algo desagradable), lo mejor las vistas, puedes ver todo París. Paseando un poquito, muy poco hay una zona bastante poblada por gente joven, llena de autoservicios bastante asequibles y bares de copas. Y andando un poquito más está el mítico Pigalle, que no deja de ser un barrio de putas, pero es tranquilo y es donde están el mundialmente conocido e imitado Moulin Rouge y todo eso... También tiene el color decadente del barrio latino, es curiosa una calle llena de sex-shops con artículos sado.

Si te queda tiempo ve a la Torre Eiffel por decir estuve allí, y es visita obligada para todo aquel que va a París por primera vez, aunque a mí no me dijo nada (pero soy así de descreído...). Vale la pena, yendo en metro, la ciudad de las ciencias (lejos y muy caro, además te puede ocupar demasiado tiempo). Y poco más, no creo que des hecho todo esto. Para salir no recuerdo demasiado, además estas cosas cambian mucho con los tiempos. Recuerdo una muy buena disco en la zona de Pigalle (ojo con esas callejuelas si vas sola por la noche), pero lo mejor es que preguntes a las gentes del lugar.

Ah, el té de los franceses es mejor, mucho mejor que el de los ingleses!!!

Con Dios, o sin Él, pero que te vaya bien.