Hola, bruji,
Mis sensaciones sobre Budapest son
muy dispares y llenas de contrastes, bueno no sólo sobre Budapest,
se pueden hacer extensivas a toda Hungría, pero ahora me interesa
centrarme más en su preciosa capital. Es curioso el contraste de la
calle Vaci, de la que luego hablaremos, con el casi centenar de
balnearios baños turcos que salpican toda la ciudad. Es curioso el
contraste del bullicio de Pest frente a la calma y sosiego de Buda y
de Obuda. Es curioso el contraste de un mentalidad muy cercana a
tiempos pasados (que casi toda la Europa del Este quiere olvidar) con
la gran cantidad de centros comerciales que abruman incitando al
consumismo más galopante. Y el mayor contraste es el Danubio que
atraviesa la ciudad, que según el vals de Strauss es azul, y no sé
cual es su color por Viena, pero a Budapest llega entre verde y
marrón…
El Danubio parte la ciudad en dos.
Por un lado tenemos Buda, con sus colinas, que es el viejo recuerdo
de la grandeza de un imperio que vivió tiempos mejores, con su
ciudadela medieval y su impresionante Palacio Real. En esa misma
orilla del río, hacia el norte está Obuda, que hoy no deja de ser
un pequeño barrio, con sus casitas de cuento, la mar de apacible
(vale la pena perder un rato para visitarlo). Y en la otra orilla
está Pest, que es una gran ciudad donde podemos encontrar todo lo
que podamos necesitar: tiendas por un tubo, bares, discotecas,
museos, su impresionante parlamento que tiene un cierto aire al
inglés… y donde la actividad de la calle es febril. ¿Y el río?
El río tiene también su vida de contraste. En él está la isla
Margarita, nada que ver con la de Venezuela, una isla repleta de jardines en los que tomar el sol en
verano, donde todo es plácido y tranquilo, pero también por el se
mueve la actividad frenética de decenas de barcazas atestadas de
turistas.
Como ya he mencionado antes, la
calle Vaci, en Pest, es uno de los principales núcleos de la vida de
esta ciudad. En ella tenemos tiendas para todos los gustos y colores
(casi todas caras), buenas heladerías y cafeterías, algunos clubes
nocturnos cuyos escaparates traslucidos dibujan las formas de una
stripper de carne y hueso que se contonea sinuosamente al otro lado
del cristal (¿copiaría de aquí Pepe Navarro aquellas persianas que
ofrecía a toda España cuando con su Mississippi dio rienda suelta a
la telebasura más soez?), bancos, cambistas y estafadores… Es un
hervidero de gente por el día y por la noche. Imprescindible
conocerla.
Si el Danubio ya no es que sea
demasiado azul a su paso por esta ciudad, si son azules los
balnearios y baños turcos. Yo destacaría dos: el Gellert, en Buda,
casi al pie de la ciudadela, muy bonito y muy pijo y, sobre todo,
Széchenyi, sí, el balneario del que hay cientos
de fotos de gente jugando al ajedrez en sus piscinas exteriores
incluso con el recinto cubierto por varios palmos de nieve. En
Széchenyi te puedes pasar un día entero de total relax por muy poco
dinero, incluso por poco dinero más con unos buenos masajes
reparadores, disfrutando de sus piscinas interiores que abarcan un
amplio abanico de temperaturas, sus baños de vapor y sus míticas
piscinas exteriores, donde podremos jugar cons sus olas y corrientes
artificiales o, ¿por qué no?, al ajedrez.
Finalmente, te diré
que no esperes mucho de la amabilidad de los húngaros (excepciones
las hubo hasta en la última cena), en general miran a los turistas
como bichos raros y con una cierta desconfianza, pero, sobre todo, ten
mucho cuidado con los vigilantes del metro (alguno de ellos,
probablemente hijo de alguna antigua ocupante de los escaparates de
la calle Vaci), que estarán muy atentos a todo aquel que no hable
húngaro para ver si pisan las líneas amarillas de las estaciones y
cascarles una buena multa... Suerte que nos quedarán los balnearios
para relajarnos...
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