Hola, bruji,
Este sarcástico
verso, del no menos sarcástico Quevedo, encaja a la perfección con
lo que puede ser una visita a la medina de Fez. Recorrer los varios
miles de callejuelas y callejones que hacen de esta medina un inmenso
laberinto es como recorrer todas las páginas de El
Perfume de Süskind y, por fin, ser
conscientes de que nuestro apéndice nasal sirve para algo más que
para servir de apoyo a las gafas de sol.
Los limoneros del
Palacio Real huelen. También desprenden olor a piel los puestos de
marroquinería (que mejor lugar Marruecos, para comprar
marroquinería). Huelen los puestos de especias. Huelen la carne de
vaca o cordero en los puestos callejeros de pinchos morunos. Huelen
los excrementos de las mulas salpicados por doquier. Huelen los
rinconcitos donde hay niños vendiendo hierbabuena. Huelen las
babuchas y sandalias puestas en perfecta fila a la puerta de
mezquita. Huelen el kif y el hachís. Huele la madera recién tallada
y trabajada por un habilidoso ebanista…. En todas partes huele a
algo, desde el olor de la especia más sublime, hasta el olor de la
putrefacción más nauseabunda.
Como se puede
suponer, casi todo lo mencionado antes tiene sus lugares y sus
puestos, casi todos en el mercado (ya, ya… el hachís no se vende
en puestos tan alegremente, pero no es difícil de encontrar), y eso
hace de Fez también un mundo multicolor que a veces roza lo surreal
cuando esa explosión de color va variando constantemente con las
luces y sombras del zoco.
El olor central
de Fez, no apto para narices sensibles, es el de la curtiduría de
pieles de Al-Chauara, muy cercana a la impresionante mezquita
Qarawiyyin. Para entrar a verlas es necesario que lleves una
ramita rota de hierbabuena que podrás comprar en la entrada y que
hará, dentro, tu estancia más llevadera. La primera impresión será
brutal, todo un choque de olor hiriente y de color embriagante. El
contraste del olor a muerte que desprenden las pieles con el color de
la vida que irradian los cientos de fosas con los tintes. Estando
allí uno no puede menos que pensar en que será de la vida de los
trabajadores a quienes el trabajo lleva dentro de esas fosas
trabajando la piel porque su olor corporal no ayuda mucho a entablar
relaciones sociales… pues su destino es casarse con hijas de gentes
que trabajaron o trabajan de lo mismo, y no es muy difícil que
adivinemos el futuro de sus hijos e hijas…
Comprar en el zoco de Fez, como en
todos los zocos de Marruecos, es un arte. Es imprescindible regatear,
hasta el punto de que algo que parte de un precio astronómico, se
queda en unas monedas, y aún así saldremos perdiendo con respecto
al valor real del producto (dentro de los términos económicos del
país). Pero lo interesante es ver como hacen esos productos delante
de ti: el ebanista hace un ajedrez igual que el que vas comprar con
maderas olorosas delante de ti, el zapatero hace las sandalias con un
olor que nos recuerda a la tenería (aunque en breve dejará de oler
a piel para oler a pies) delante de ti. El especiero hace las mezclas
con sus olores dulces o picantes delante de ti y eso muchas veces
vale más que el dinero del producto. Es transportarte en el tiempo,
porque así eran los puestos del medievo.
Ya me despido, pero piensa en que
si vienes a Fez, olvídate del mundo del Chanel, y, tenlo por seguro,
saldrás ganando.
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