miércoles, 14 de agosto de 2013

SIGHISOARA. La cuna del vampiro

Hola, bruji,

Hoy ponte el collar del perro, sí, ése, el de los clavos, pero mirando para fuera, no vaya a ser peor el remedio que la enfermedad. ¿Por qué? Te voy a presentar la ciudad donde nació el temible conde Drácula. Ya, ya sé, es una invención de Bram Stoker que dio lugar a muchos mitos y a un par de buenas películas, pero sin duda se inspiró en Vlad Tepeş, héroe local romano de la Edad Media de costumbres un tanto controvertidas, de hecho ese lindo epíteto de Tepeş en lengua rumana significa “empalador”. Huelga decir el porqué.

Para llegar a la ciudad la mejor forma, casi diría que la única es el tren. Te puedo decir que los trenes rumanos son escrupulosamente puntuales aunque el secreto para esa puntualidad es que son más lentos que el caballo del malo en un espaghetti-western. Y ya desde el tren vamos a ver una vista impresionante: una ciudadela llena de torres acabadas en punta y mucho arbolito. La verdad es que para nosotros, adaptados a una estética arquitectónica occidental, la estampa asusta. Ese susto es el primer paso de lo que nos vamos a encontrar…

Al bajar del tren, estaremos en una pequeña ciudad más o menos nueva en la que no vale la pena perder el tiempo, así que sin dilación nos vamos a la ciudad vieja. Es impresionante: una fortaleza con seis torres, torres gremiales (destaca con diferencia la de los relojeros) con una solidez que da apariencia de una cierta inexpugnabilidad. Hablando de gremios, es indispensable la visita al cementerio, donde hay muchas lápidas con los símbolos de cada gremio, además, como todos los cementerios rumanos, tiene un toque lóbrego pero encantador con esa mezcla de lápidas puestas de cualquier forma y rodeadas de matas salvajes que parece que por un momento nos estemos trasladando a una viñeta de un cómic de terror de eso tan típicos de los años 80.

Sighişoara es para callejear. Calles estrechas, oscuras, con muchos túneles. Las casas son de tonos ocres y los pavimentos empedrados. Es curioso, y no apto para cardiacos subir a la iglesia que corona la ciudad, con su torre afilada que parece que rasgue el cielo, pero antes prepárate a camina, para llegar al atrio de la iglesia hay que subir una escalinata cubierta estrecha y oscura de unos 300 escalones, cuyo final parece que no se ve nunca (yo me pregunté si fue allí donde Ernesto Sábato se inspiró para escribir El Túnel) y te puedo asegurar que una vez que llegas a la puerta de la iglesia (casi siempre cerrada) lo que menos te apetece es luego subir a la torre.

Por suerte no hay demasiadas tiendas para turistas con lo cual no te vas a ver distraída con demasiadas horteradas, pero si te puedes permitir un pequeño pecado, vete a cenar a la casa donde dicen que nació Vlad Tepeş, Drácula, hoy un restaurante bastante aceptable de comida rumana, y si puede ser en una noche de tormenta en la que no haya electricidad y tengas que cenar a la luz de los rayos y las velas… Mmmm, ¿sigues con el collar puesto?

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